El último Juglar
Por: Julián Atilano Morales.
Señores, es de Zaplotlán El Grande, maestro de los maestros, maestro esencial de cualquier escritor, último juglar como lo bautizo su hijo, bibliografía fundamental en la literatura hispana del siglo XX, creador de un estilo inconfundible.
Arreola habla como escribe, es una de las palabras más precisas, más justas, autor de verdaderas obras magistrales.
La primera vez que lo leí, me impresiono, entendí que la literatura se reinventa no tiene fin y si lo tuviese Arreola le pondría el punto final, aunque se negaría.
Nació en 1918, al estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen como lo dice en Confabulario.
Editor, carpintero, ajedrecista, actor, jugador notable de pin pong, conocedor de vinos, telas y la sastrería más fina.
''Soy un joven soñador que quiso ser bueno y que deseó poseer la palabra".
Arreola habla como escribe, es una de las palabras más precisas, más justas, autor de verdaderas obras magistrales.
La primera vez que lo leí, me impresiono, entendí que la literatura se reinventa no tiene fin y si lo tuviese Arreola le pondría el punto final, aunque se negaría.
Nació en 1918, al estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen como lo dice en Confabulario.
Editor, carpintero, ajedrecista, actor, jugador notable de pin pong, conocedor de vinos, telas y la sastrería más fina.
''Soy un joven soñador que quiso ser bueno y que deseó poseer la palabra".
“Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla”.
“Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu”.
''Yo soy un desollado vivo", se definió Juan José Arreola. Metáfora que dibuja la hipersensibilidad a flor de piel del escritor cuya obra consta de pocos, pero esenciales títulos dentro de la narrativa.
Desdeñoso de las circunstancias históricas, geográficas y políticas, Juan José Arreola, en una época de recelosos y obstinados nacionalismos, fijó su mirada en el universo y en sus posibilidades fantásticas; aunque nació en México en 1918, pudo haber nacido en cualquier lugar y en cualquier tiempo: Jorge Luis Borges.
Este hombre no nomás nos enseñó a escribir, primero nos enseñó a leer: Juan Rulfo.
Es una hormiga león, si son las hormigas león las que hacen un embudo en la arena para que sus víctimas resbalen al fondo. Cuatro palabras y zas, adentro. Pero vale la pena ser comido por usted: Julio Cortazar.
Juan José Arreola era, sencillamente, el espíritu de la época de principio de los años 70: Federico Campbell, Antonio Alatorre, Beatriz Espejo y Felipe Garrido.
La “Feria” me parece un libro maravilloso, creo que el tiempo demostrara que es una de las grandes novelas del siglo XX, es el retrato de una sociedad con cortes internos, es un coro de voces pueblerinas, la expresión de un sentido del humor beligerante, es perfecta en su ritmo de confluencia de voces, tenderete el petatete altarete al camisón: Carlos Monsiváis.
Fue el creador, por no decir el inventor, de los talleres literarios en México: Federico Campbell.
Un gran encantador de serpientes, un histrión, un actor inaudito, lleno de recursos, que cautivaba a sus escuchas y los hacía olvidar su entorno cuando tomaba la palabra. ¿Verdad que este hombre era un genio?: Enzia Verduchi, Beatriz Espejo.
Deja fluir su imaginación, para deleite suyo y para deleite de todos: Borges.
Es un escritor de primer orden mundial el que hemos perdido: Augusto Monterroso.
Los cuentos de Arreola son verdaderos poemas en prosa: Octavio Paz.
Prosista maestro, de la poesía toma las imágenes, si se quiere, el mecanismo que las produce y encadena, y se atiene para situarlas en la frase, a la estructura íntima y peculiar de la prosa: Javier Martínez Palacio.
En la prosa de Arreola, la poesía, marginal, excéntrica, es el eje donde giran la imaginación y la maestría de su escritura: Raúl Bañuelos.
Su maestría verbal, se disfruta más si esos textos son leí-dos en voz alta: Carlos Monsiváis
“Y me despido de ustedes con el corazón en las manos… hay perdón ¿Dónde esta mi corazón? Se me perdió hace tanto tiempo, que ya no se ni cuando”.
Gracias, de verdad muchas gracias.
''Yo soy un desollado vivo", se definió Juan José Arreola. Metáfora que dibuja la hipersensibilidad a flor de piel del escritor cuya obra consta de pocos, pero esenciales títulos dentro de la narrativa.
Desdeñoso de las circunstancias históricas, geográficas y políticas, Juan José Arreola, en una época de recelosos y obstinados nacionalismos, fijó su mirada en el universo y en sus posibilidades fantásticas; aunque nació en México en 1918, pudo haber nacido en cualquier lugar y en cualquier tiempo: Jorge Luis Borges.
Este hombre no nomás nos enseñó a escribir, primero nos enseñó a leer: Juan Rulfo.
Es una hormiga león, si son las hormigas león las que hacen un embudo en la arena para que sus víctimas resbalen al fondo. Cuatro palabras y zas, adentro. Pero vale la pena ser comido por usted: Julio Cortazar.
Juan José Arreola era, sencillamente, el espíritu de la época de principio de los años 70: Federico Campbell, Antonio Alatorre, Beatriz Espejo y Felipe Garrido.
La “Feria” me parece un libro maravilloso, creo que el tiempo demostrara que es una de las grandes novelas del siglo XX, es el retrato de una sociedad con cortes internos, es un coro de voces pueblerinas, la expresión de un sentido del humor beligerante, es perfecta en su ritmo de confluencia de voces, tenderete el petatete altarete al camisón: Carlos Monsiváis.
Fue el creador, por no decir el inventor, de los talleres literarios en México: Federico Campbell.
Un gran encantador de serpientes, un histrión, un actor inaudito, lleno de recursos, que cautivaba a sus escuchas y los hacía olvidar su entorno cuando tomaba la palabra. ¿Verdad que este hombre era un genio?: Enzia Verduchi, Beatriz Espejo.
Deja fluir su imaginación, para deleite suyo y para deleite de todos: Borges.
Es un escritor de primer orden mundial el que hemos perdido: Augusto Monterroso.
Los cuentos de Arreola son verdaderos poemas en prosa: Octavio Paz.
Prosista maestro, de la poesía toma las imágenes, si se quiere, el mecanismo que las produce y encadena, y se atiene para situarlas en la frase, a la estructura íntima y peculiar de la prosa: Javier Martínez Palacio.
En la prosa de Arreola, la poesía, marginal, excéntrica, es el eje donde giran la imaginación y la maestría de su escritura: Raúl Bañuelos.
Su maestría verbal, se disfruta más si esos textos son leí-dos en voz alta: Carlos Monsiváis
“Y me despido de ustedes con el corazón en las manos… hay perdón ¿Dónde esta mi corazón? Se me perdió hace tanto tiempo, que ya no se ni cuando”.
Gracias, de verdad muchas gracias.