El jueves pasado, durante una de las clases que curso en la tarde, nuestro profesor nos mencionó algunos aspectos acerca de su experiencia como estudiante de posgrado. Nos decía que uno de sus maestros, de la corriente institucionalista de la economía, se había encargado de “despedazar” los postulados de la teoría neoclásica, causando un gran impacto (me lo imagino como algo semi-traumático) en la conciencia de mi profesor.
Nos contaba que, sintiéndose contrariado, se acerco al final de la clase con su maestro, y le menciono: “Oiga, pero Ud. está diciendo entonces que lo que aprendí en mis cinco años de licenciatura es falso, como se atreve…”. Ya hace algún tiempo de esto, claro, hay que subrayarlo. Nuestro profesor nos dijo que la exposición de su maestro ante sus planteamientos fue bastante convincente. Desde ese entonces, había cambiado su forma de pensar, dice, “Compre las ideas de mi maestro”. Nuestro profesor, al día de hoy, se define sin tapujos como un institucionalista.
“Comprar las ideas de otro”, imaginé. ¿Significa eso una ausencia de ideas propias? No, lo dudo. Comprar las ideas de alguien más no sólo es parte del proceso de investigación de la ciencia, sino una manera de aprender a identificarnos con el mundo que nos rodea. Definitivamente los avances en el conocimiento humano mucho antes que el más viejo de nuestros parientes. Arrancamos en un punto en el cual la realidad es algo ajeno y fascinante, algo de lo que nos queremos apropiar, que queremos defender. La perspectiva, debida a la posición, al lugar que ocupamos, es distinta. Nuestro entorno, nuestras inquietudes, nuestra ansiedad, nos pide respuestas. Nos pide ir en búsqueda de una identidad bien definida.
Es por ello que el estudiante universitario, en cualquier área científica en la cual se inicia, vive, por lo regular, con preguntas existenciales. Por supuesto, profesionales en distintas áreas discuten desde sus diferentes puntos ideológicos, tratando de mostrar que la verdad que ellos ven es más plausible que la que observan sus colegas de enfrente. Las motivaciones que pueden llevar a alguien a apoderarse de un cuerpo de ideas ajeno, posiblemente similar al propio, son varias. La condición de clase social, la historia personal y los intereses particulares son cuestiones que no quedan al margen.
No obstante, como estudiante de economía, la cuestión de las motivaciones tiene un matiz muy marcado en el aspecto ético. ¿Seremos congruentes con nuestras convicciones? Corremos el riesgo, por nuestra formación particular, de “vender” nuestros principios al momento de comprar las ideas de alguien más. La peor pesadilla de un idealista puede ser terminar haciendo lo que tanto ha criticado en la gente que olvidó su responsabilidad histórica y su oportunidad para influir en el acontecer del planeta.
Por que de algo estoy seguro. Hay gente que no compró ideas, más bien justificaciones. La comodidad, la vanidad y otros extremos han orillado a varios a negarse a si mismos. ¿Estamos viviendo la vida de alguien más? Absolutamente que lo es. El ser humano es un ser cambiante por naturaleza, y en promedio, de malísima memoria (no conviene, no conviene). Algunos economistas y pre-economistas, en el supuesto de que somos seres humanos, también sufrimos de ese mal. Todo es cuestión de volver al origen. Es una interrogante profunda, pero a la vez fácil de plantear: ¿Por qué estás aquí? ¿Para qué?
Tenemos miedo a contestar algo que jamás hemos visto en un pintarrón, pero que la vida diaria nos empuja a definir con intensidad. Es el camino que cada quien elige. El centro del círculo es un agujero negro. Tenemos que ubicarnos en los dos extremos del diámetro, un diámetro que da muchas vueltas, que toca diversas posturas a lo largo de su recorrido, equidistantes.
Y al final del día, me pregunto: ¿Importa mucho de quien sea la idea? ¿Qué es lo que realmente trasciende? Comprar una idea es, desde mi punto de vista, realizar una inversión. Una inversión de fe, de tiempo, “de amor al arte”. Los rendimientos que resultan de la inversión son las soluciones, las directrices, los planteamientos al problema que deseamos atacar. Son rendimientos a largo plazo, y, como dijo uno de los economistas más influyentes del siglo XX, “En el largo plazo, todos vamos a estar muertos”. Si nuestro objetivo es hacer de este lugar algo ligeramente mejor, la muerte es una variable no significativa.
Creo que las ideas que debemos comprar nos deben servir como materia prima para elaborar un producto de calidad, y no como un manual de procedimientos técnicos. La construcción de un espacio plural se nutre de las aportaciones desde variadas ópticas, pero el fin debe ser el mismo. Renovarnos y estar abiertos al cambio nos ayuda a evolucionar, y a seguir recorriendo el perímetro del círculo, sin detenernos. Hagamos que ese círculo gire, que ruede, que aplaste prejuicios. Ω
Víctor López Tirado
2 comentarios:
Como dice el profesor “fue bastante convincente”; a nuestra edad empiezan a reflejarse los síntomas de la vejez o adultez: ponerse necio, es decir, poseedores de la verdad mas convincente (para unos la verdad, otros la fuerza), la Universidad no es garantía de apertura al conocimiento.
Una de las cosas es que se entienda así, como conocimiento, el conocimiento evoluciona, se transforma, aunque se tache de locos, la historia lo ha demostrado.
Que chido ensayo, felicidades por la intelectualidad abordada. Veo que tu forma de escritura ha cambiado, por supuesto, la forma y el tema del ensayo influyó, pero sólo influyó.
Julián Atilano
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