lunes, 12 de mayo de 2008

Encuentros Casuales

Encuentros Casuales

Por: Victor Manuel López Tirado.
Quisiera creer, y no temer, que nos vemos por casualidad. Que los pasillos son muy anchos, y en la estrecha multitud se encuentran dos miradas perdidas, de viejos conocidos. Cuando eso pasa, parece que el tiempo se detiene, y las imágenes de un pasado cercano nos nublan el pensamiento. Sonrío y sonríes, y nos decimos montones de incoherencias. Pareciera que tenemos quince, y que nada nos preocupa. Pareciera que fue ayer, cuando bajo la sombra del árbol solitario, testigo de nuestra muda pasión, prometí no vernos más. Ahora no se que decir.

Mis amigos, los paseantes, todos ven algo, lo presiento. Cuando los minutos son eternos, y la gente nos mira, dicen “están enamorados”. No puedo dejar de verte a los ojos, de jugar con tu cabello. Tú no dejas de coquetearme con esa sonrisa tan diabólica y seductora, de acercarte lentamente a mí y dejarme impávido, contemplándote. ¿Estoy arrepentido de enmendar mi error? Si, la tentación es muy grande. Cada beso en tu mejilla está a milímetros de convertirse en un beso en la boca, que en lugar de anunciar una despedida, anuncie nuestro reencuentro. Reencuentro fugaz de la aventura que me atormenta, deliciosa, voluptuosa. Un remordimiento dulce que tiene vida propia, que tiene un nombre. El nombre secreto que invente para llamarte a escondidas, para inducirte en aquellos juegos ingenuos de placer, momentos de lujuria y plenitud.

Pero te repito: quiero creer que nuestros encuentros son casuales. Que yo no te acecho y tú no me provocas. Que es una fuerza cruel la que nos hace coincidir, la misma que nos aleja de pronto cuando rebasamos el límite de la amistad bienintencionada. Quiero volver a pensar en mis problemas, en mis miedos, y no olvidarlos cuando te veo venir, melancólica y discreta. Pero cuando el instinto me domina, no hay moral ni buenas costumbres que detengan mi imaginación lasciva. Te sigo viendo por encima, dominando mis latidos, acallando mis palabras vanas, respirando en mi pecho. Es tan sólo un instante, se esfuma. El sudor, las lágrimas y los roces que ideamos son cosas vividas, cosas que añoramos.

Cualquier momento a solas puede echar a perder nuestro rol teatral. Lo evito. Quisiera, pero no. En las noches, en la ventana, agradezco que el final no sea forzoso, y al mismo tiempo te veo en mi espejo, de cuerpo entero. ¿Y si esta historia pudiera continuar? ¿Sería distinto? ¿Por que será que yo sigo siendo el mismo vulnerable y misántropo ser de siempre, y tu una luz que me hace creer que no todo está perdido? El café negro matutino me dice que tal vez tú seas lo imposible, lo que no debo tener. Dejare de tomar café y leeré poesía, acompañado de notas tranquilas. Buscaré en el jardín un lugar donde jugar, u espacio en la grama para voltear al cielo y volar. Cuando me recueste, sentiré tu presencia, y la sombra del gran árbol. Un abrazo sin fin que haga caer gotas del cielo. Despertaré y te veré de nuevo. En nuestro cotidiano saludo de pasillo, con mis amigos, en la biblioteca, en una calle vacía llena de personas sin alma. Te tomaré con tierna violencia y deseo en mi mente, mientras simulo poner atención en lo que dices. Seré el ser más sobrio y civilizado, controlando a un animal feroz que se consume por dentro, en su contradicción mortal. Charlaremos como siempre, y tomaremos el camino opuesto, afrontando la realidad que nos divide y atormenta. Te desvanecerás y se abrirá un espacio en la tierra. En mis reflexiones más mundanas y maduras, mi imaginación se irá junto con tu silueta devoradora. Al final del día, aunque siga acechándote y tú me sigas provocando, mentiremos. Y diremos, sin dudar, el uno al otro, que un encuentro casual no significa nada.Ω

1 comentario:

socragoras dijo...

Los encuentros casules no existen, cada uno con las acciones que realiza... como tu describes...los itinera.