La reforma hacendaria en México.
Mucho por hacer
José Guadalupe Nuño Ledesma
jgnul@hotmail.com
La justificación para la existencia de los impuestos es que, en principio, con ellos el Estado puede regular la asignación de recursos además de generar efectos importantes en la economía y la sociedad. Cualquier intervención fiscal debería entonces favorecer la correcta distribución del ingreso y el funcionamiento del aparato burocrático interfiriendo lo menos posible en la asignación eficiente de los recursos. Idealmente el sistema impositivo de una economía tendrá que ser barato, sencillo en su aplicación, transparente y equitativo.
Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que cuenta con 30 países miembros de los que 24 son considerados de altos ingresos por el Banco Mundial, para 2004 (último año con cifras completas) México recaudaba por concepto de impuestos el 19% del valor total de toda la producción nacional (PIB), la cifra más baja de todos los integrantes de dicha organización. El promedio de la OCDE es 35.9%, el doble del nuestro. Los países más avanzados en este plano son Dinamarca y Suecia, con el 48.8% y el 50.4% de su PIB respectivamente
El promedio de la OCDE es 35.9%, el doble del nuestro
Entonces, según lo que hemos dicho, una reforma o miscelánea fiscal habría de buscar la forma de sacar a México del rezago hacendario en el que se encuentra. El pasado 20 de junio el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, presentó al Congreso de la Unión un paquete de iniciativas que compondrían lo que se dio por llamar una “Reforma Integral de la Hacienda Pública” y cuya versión corregida y aumentada por el Congreso entró en vigor a partir del primer día de 2008.
Lo más relevante en el documento es la creación de un nuevo impuesto llamado Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU antes CETU) que grava a las personas físicas y morales residentes en el país, así como los residentes en el extranjero con establecimiento permanente en el país, por los ingresos que obtengan por enajenar o rentar bienes y dar servicios independientes. La tasa de este impuesto crecerá gradualmente, primero será del 16% de las utilidades declaradas en 2008, 17% en 2009 y 17.5% para 2010. El IETU ha sido diseñado para tratar de hacer que quienes no pagan el Impuesto Sobre la Renta (ISR) al menos paguen aquél.
Esta nueva imposición hará más complejo el de por sí complicado sistema tributario mexicano, a pesar de la simplicidad que implica una tasa única, porque obligará a las empresas a llevar una doble contabilidad. Me explico: Una empresa tendrá obligadamente que calcular tanto el IETU como el ISR, comparará los resultados y pagará el que sea más elevado. El hecho de llevar una complicada contabilidad de tributaciones favorece que algunos trabajadores eviten pagarlas o de plano decidan pasarse a la economía informal a la que, con la reforma hacendaria, se pretenderá gravar con un impuesto a los depósitos en efectivo.
El hecho de llevar una complicada contabilidad de tributaciones favorece que algunos trabajadores eviten pagarlas o de plano decidan pasarse a la economía informal
El impuesto a los depósitos habrá de funcionar de la siguiente manera: si alguien deposita en el banco 25,000 pesos o más se le aplicaría una tasa del 2% del total del monto depositado. Se supone que así pagará la economía informal y las personas que no declaren correctamente sus ingresos. Sin embargo, cualquier contable hábil sabe que no hay necesidad de depositar los 25,000 pesos en un solo banco; o inclusive si alguien sabe que, depositando tal cantidad, le van a cobrar, simplemente evita hacerlo.
Con dichas medidas, entre otras (incluyendo la abrogación de la tenencia vehicular para 2012), Hacienda pretende haber aumentado la recaudación en un 2% del PIB en 2012, una bicoca si en verdad se quisiera alcanzar el 35% promedio en la OCDE. Por tanto podemos decir que no hay un gran avance en aumentar los ingresos de un Estado que cada vez se ve más empequeñecido.
Se pudo haber aumentado la tasa máxima del ISR (que es un impuesto que cobra más a quien más gana) sin que el país dejara de ser atractivo para los inversores, puesto que la tasa máxima de este impuesto en México es del 29%, mientras que en Bélgica, por ejemplo, es del 50%. Se pudo haber favorecido la reducción del coste por mantener el enorme aparato fiscal, destinando lo ahorrado a programas sociales. Se pudo haber simplificado la rendición de cuentas, pero ocurrió lo contrario. Se pudo haber hecho mucho para anular la evasión fiscal. Se pudo haber avanzado en materia de impuestos al consumo, como el IVA, que afectan más, en proporción, a quien menos gana. Se pudo haber hecho mucho, lástima que no fue así.
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