domingo, 19 de abril de 2009

BARACK OBAMA

Vino… y ¿que?


La semana pasada los mexicanos fuimos anfitriones de la visita a nuestro país del político del momento, del hombre popular que ha conquistado las simpatías de miles de migrantes en el vecino país del norte: Barack Obama.
Esta es la primera vez que el mandatario viene a territorio mexicano, aunque no fue la primera ocasión en que se reunió con su homologo, Felipe Calderón.
Ya hace unos meses, a sólo días de que Obama tomara protesta se habían reunido en Washington, en aquella ocasión no hubo tanta algarabía por la visita de Calderón, ni mucho menos mostró tener el nivel de convocatoria que si demostró el presidente estadounidense.
A decir de muchos expertos, la visita hace cuatro meses de Calderón a Estados Unidos, pareció mas un evento social que un acto oficial, simplemente fue a presentarse con el nuevo jefe y a despedirse del anterior patrón del país vecino.
Pero hace unos días, cuando el “hombre diferente” llegó a México, la capital del país se paralizó por completo, los operativos de seguridad se activaron como si se tratara de un estado de sitio, el ejercito operaba como si estuviese en guerra, los medios de comunicación saturaban sus espacios informativos con coberturas sobre la visita como sólo lo habían hecho cuando venía el Papa.

La gente por su cuenta, estaba a la expectativa, ondeando banderitas de las barras y las estrellas, asemejándose a los acarreados de los mítines políticos de los años 70, solo que esta vez se encontraban ahí por voluntad propia.

Cuestionarse el porque de esta conducta del mexicano es valido, pero resulta aun más sencilla la respuesta: “Expectativas”.
Si, el mexicano tiene expectativas. Con el anterior presidente (Bush), la perspectiva es que nos fue de la patada, entre el mentado “muro de la vergüenza”, las políticas proteccionistas que engrasan el TLC, el trato discriminatorio a nuestros paisanos, la falta de un autentico acuerdo migratorio, etc. Todo eso con razón hace sentir al mexicano que las cosas deben cambiar y Obama, mas allá de representar el cambio visual, les representa el cambio ideológico y esperanzador que se necesita para seguir viendo a nuestros vecinos como auténticos “amigos y aliados”.

Pero… mas allá de todas esas ilusiones ¿de que nos sirve que Obama haya ganado? ¿En que nos beneficia que venga?, ¿Podemos esperar mucho de él?

Estas preguntas seguramente muchos nos las habremos formulado desde aquel día de júbilo Americano, sin embargo las respuestas parecen aun confusas y el panorama no es muy claro aún.
Desde su primer encuentro, Calderón fue a ofrecer un país lleno de ilusiones dispuesto a colaborar con él, por su parte el mandatario norteamericano se deshizo en halagos para su homologo y alabó su “Heroico valor” al combatir al narcotráfico.
Lo malo de su visita la semana pasada, es que literalmente nos repitió la dosis, con la excepción de que esta vez y a diferencia de sus antecesores, reconoció que su nación también es parte del problema y que de algún modo ha obstaculizado la solución.
Siendo objetivos, el que un presidente estadounidense reconozca en México que su país debe “cooperar” y ponerse a resolver problemas internos, ya es ganancia.
Por otro lado, el elogiar la estrategia de guerra contra el narcotráfico del presidente, el cual ha sido muy cuestionado por la oposición en casa, es sin duda alguna la mejor bandera internacional de cara a las elecciones de julio próximo.

En lo que respecta a la agenda bilateral, normalmente integrada por temas de migración, libre comercio y cooperación estratégica para la seguridad entre ambas naciones, solo este último apartado tuvo resonancia en las conferencias, lo que dejó de lado la esperanza popular de que por fin podamos cantar un acuerdo migratorio tan anhelado por años.
Con todo lo anterior la visita del presidente norteamericano nos deja la sensación de que este encuentro fue más allá de una visita de Estado, una visita social en la que Obama se presentó ante la sociedad mexicana como el “hombre del cambio”, fue también una reunión para reconocer las problemáticas que atraviesan las dos naciones y esbozar el plan a seguir para actuar de manera conjunta. Sin embargo lo anterior apenas fue abordado, pues en una visita de menos de veinticuatro horas apenas si hubo tiempo para las discusiones y los debates con tanto protocolo a seguir y tanto derroche de glamour político.
En un futuro no lejano ambos presidentes deberán mostrar sus verdaderos deseos de colaboración y hacer uso de todos los instrumentos de apoyo internacional a su alcance para responderles a sus pueblos.
Lo que nos queda para la posteridad a quienes sólo somos testigos mudos de la nueva era Obama-Calderón, es no dejarnos cegar por la emoción ni elevar las expectativas como nos intentan convencer de manera mediática los medios informativos. El hecho de que este sea su primer acercamiento con Latinoamérica no significa en lo más mínimo una señal de progreso en la región, o al menos no aun.

Hace algunos años existió gran algarabía por la visita de Clinton y su gran amistad con Salinas, se dijo entonces que ahora si había llegado la hora del progreso, incluso se llegó al TLC, que hoy engrasado nos resulta más estorboso que beneficioso.
Ni que decir de la relación Bush-Fox, el mismo mandatario mexicano le llamaba “socio” a su vecino y hasta declaró que por fin se daría un acuerdo migratorio, pero al contrario de lo que esperábamos las relaciones se deterioraron y en vez de ser amigos nos trataron como criminales.

Ahora con el inicio de una nueva era, lo que se espera es mucho, quizás demasiado para dos presidentes que antes de pensar en los demás deberán atender los problemas internos que tienen, al final de cuentas si son lideres de sus naciones es por el voto de sus gobernados y es a ellos a quienes deben responderles primero.
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Por: Pedro A. Ramos Padilla
kiphas@gmail.com

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